Beber alcohol y conducir son dos prácticas que jamás deberían cruzarse. Hacerlo representa una conducta irresponsable en la que no solo nos veremos envueltos nosotros, sino además quienes nos acompañen en el auto o los ocupantes de otros vehículos o también ciclistas y peatones. Si bien es cierto en agosto te contamos que la cantidad de fallecidos producto de accidentes ocasionados por el alcohol había disminuido en Chile (bajó un 57% desde 2011), este delito sigue siendo duramente perseguido. Por lo mismo, ¿Sabes como afecta a los conductores la presencia de alcohol en la sangre?
De acuerdo con la Ley de Tolerancia Cero, en Chile quienes manejen con entre 0,3 y 0,8 gramos de alcohol por litro de sangre, lo hacen “bajo los efectos del alcohol”, mientras que quienes conducen con sobre 0,8 gramos de alcohol por litro de sangre, lo hacen “en estado de ebriedad”.
Efectos del alcohol en el cuerpo y que crean incompatibilidad con la conducción
El alcohol puede comenzar a detectarse en la sangre apenas cinco minutos después de haberlo ingerido. Asimismo, su nivel más alto de concentración en la sangre, se da entre los 30 y 90 minutos siguientes a la ingesta. Pasado esa 1,5 horas el nivel desaparece lentamente hasta su completa eliminación.
Todo esto se basa en una curva en la que interfieren variables como el tipo de alcohol bebido, peso de la persona, si se ha comido antes, el horario en que se bebió, la rapidez con que se hizo, entre otros. Por ejemplo, si una persona bebe en unas cuatro horas, el alcohol aumenta rápidamente en la sangre en la fase ascendente. Luego de esa hora u hora y media la curva se estabiliza en lo que se llamaba una meseta. Tras ello, el alcohol comienza a desaparecer, lo que puede llegar a tardar incluso 19 horas.
El cálculo parece ser sencillo. Si se habla de un licor combinado, como una piscola, un vaso puede significar que un hombre (de entre 70 y 90 kilos) arroje 0,32 gramos de alcohol por litro de sangre. Para las mujeres (de entre 50 y 70 kilos) esta tasa sube hasta los 0,55 en promedio con el mismo único vaso. Siguiendo el ejemplo, con tres piscolas, el alcohol sube a 0,95 gramos de alcohol por litro de sangre en los conductores hombres y hasta los 1,65 en el caso de las mujeres. En estos dos últimos casos estaríamos en presencia de un conductor en estado de ebriedad.
Principales problemas en los conductores:
– Se reduce el número de movimientos del ojo y estos son más lentos, de manera que se recoge menos información del entorno y esta resulta ser de peor calidad.
– Se perciben peor las luces y señales, especialmente las de color rojo.
– Se deteriora la convergencia ocular, que es necesaria para calcular distancias.
– Se tiene menos certeza para calcular las velocidades propias y las del resto.
– El ojo tarda más en acostumbrarse a los cambios de luz, por lo que el deslumbramiento es cosa habitual.
– Se reduce el campo visual.
– La fatiga ocular aparece aparece con facilidad y cuesta mantener la concentración visual.
– La capacidad de atender dos fuentes de información a la vez queda gravemente afectada.
– También queda mermado el nivel de atención.
– Se altera la coordinación de movimientos y estos son imprecisos.
– Disminuye el rendimiento muscular
– Se altera el equilibrio.
– Adicionalmente a esto, en el caso de los conductores jóvenes, la conducción con alcohol va de la mano con una disminución de la sensación de riesgo, lo que se traduce en una conducción más temeraria. El exceso de velocidad aparece casi de manera inerente. En España, por ejemplo, la conducción con alcohol representa la tercera causa de muerte. Desde 2000 han muerto 17 mil jóvenes por esta causa.
Fuente: La Tercera.com